Gatillazo en Rock City
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Gatillazo, liderados por un incorruptible Evaristo, llegaron a Valencia y plantaron su barricada sonora sobre el escenario de Rock Ciy, la sala que con excelente criterio dirige Kono Ruiz, arropado por un eficaz José Antonio Gabaldón. Con un aforo completo y cómplice de lo que iba a suceder, la banda salió dispuesta desde la primera canción, “Crónicas de un cerdo”, a dejar claro (si es que aún hace falta) que tanto su mensaje como su actitud siguen plenamente vigentes y con una validez incontestable. Evaristo sabe de sobra que no es moderno, nunca lo fue, como también sabe que sus principios callejeros continúan, por suerte, alejados de la pose de cartón piedra que lucen la mayoría de majaderos que sin ningún pudor se autodenominan artistas en este país. Casi dos horas de concierto frenético sirvieron para presentar, bajo el título de “Siglo XXI” (Maldito Records, 2013), su nueva bofetada al Sistema. Por supuesto, hubo tiempo para repasar otras canciones emblemáticas de sus cuatro anteriores discos y los inevitables (y deseados) guiños a La Polla Records con “Lucky Man”, “Kapitalismo”, “Odio a los partidos” o “Txus”. La conexión entre banda y público funcionó como una maquinaria perfectamente engrasada durante toda la noche, reivindicando, hoy más que nunca, la necesidad de un ideario social justo y comprometido, lejos de la violencia gratuita, pero no de la lucha. Gatillazo, dignos abanderados del mejor punk callejero y un combo honrado al que deberías tener muy en cuenta en estos tiempos oscuros que recorren el estercolero de nuestras vidas.
(Foto por Reaktiu.com)
El Guitarrista Virtual
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El Guitarrista Virtual es el resultado de una excitante aventura recorriendo la trayectoria de José Luis M. Burguet, guitarrista y compositor valenciano. Un artista con el suficiente background en el mundillo subterráneo como para ofrecernos una interesante panorámica de sus vivencias musicales en los últimos 30 años.
Para mí ha sido un placer convertirme en su cómplice y poder plasmar en la red todo el contenido sonoro que José Luis ha ido recopilando, con mucho mimo, de sus diferentes y variopintas etapas musicales. EGV es un corazón ilusionado que ha invertido muchas horas de dedicación desinteresada para que todo el material rescatado no sea pasto de las llamas y así ofrecerlo, a quien le pueda interesar, como valioso archivo documental.
EGV es para gente romántica y con afán de curiosidad. Este rincón nos ofrece casi 500 audios que abarcan maquetas, discos, ensayos y directos en los que José Luis ha participado en primera persona y que a su vez se convierte en un sincero homenaje para todos sus compañeros de viaje. Una site generosa en esfuerzo y exuberante en contenido underground perteneciente a tres décadas del rock de nuestra ciudad.
Puedes pasar, la entrada es gratis: www.elguitarristavirtual.com
(Foto por Pepe Mascarell)
Carlos Goñi regresa al futuro
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La pequeña-gran leyenda de Comité Cisne se remonta a mediados de los ochenta, cuando Carlos Goñi, junto a otros importantes músicos de la ciudad del Turia forjaban, sin saberlo, lo que con el paso de los años se convertiría en una banda de referencia en la historia del rock valenciano.
Sin llegar nunca a alcanzar el merecido reconocimiento a nivel nacional, este combo fue la propuesta musical más importante que recorrió los escenarios de la comunidad valenciana durante la época dorada de “la movida”. El paso del tiempo, que da y quita razones, así lo confirma. Su demoledor directo, al alcance de pocos de sus coetáneos, les llevó a tocar junto a Simple Minds en 1986 ante más de treinta mil personas en el Estadio del Levante, a conseguir con su LP “Beber el Viento” ser el mejor disco nacional en 1988 (galardón otorgado por el reputado programa Rock 3 de Radio 3 – RNE) y, paso a paso, dejar una huella imborrable entre los afortunados que llegaron a conocer su obra de primera mano. Luego, todo terminó; suele ocurrir.
Y, entonces, Carlos Goñi cogió las riendas de su futuro musical, lo bautizó como Revolver y nos regaló (lo sigue haciendo) algunas joyas, en forma de canciones, que ya son parte de la banda sonora de nuestras vidas.
Nuestro protagonista es un artista apasionado, un animal de escenario y, sobre todo, una persona inconformista con el acomodamiento en cualquiera de sus expresiones… y por eso realiza su particular regreso al futuro bajo el nombre de COMITÉ, simplemente Comité.
Y en ese viaje tan especial, rescata un antológico repertorio que injustamente estaba cogiendo polvo en los cajones del olvido. Carlos Goñi acepta un nuevo desafío, en COMITÉ no hay sitio para la nostalgia ni para el difunto remember, esta aventura solo mira hacia el frente y la conduce con energía, con convencimiento y sin espejo retrovisor.
Carlos nos presenta a COMITÉ en formato trío apisonadora (guitarra, bajo y batería), más eléctrico que nunca y con la única intención de divertirse sobre el escenario y que el público lo haga con él; compartiendo momentos y sensaciones que quizás no se vuelvan a repetir.
COMITÉ, con Carlos al frente, retoma los temas más memorables del repertorio de Comité Cisne y los vuelve a dibujar con otros trazos y sobre un papel de diferente textura. Todo un reto para él, una delicia para los conocedores de su pasado musical y una oportunidad única para que las nuevas generaciones descubran unas canciones que jamás han perdido su valor.
(Foto por Nacho Herrero)
Los Vicentes, molar o morir
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Vicente es el primer apellido que todos deberíamos lucir con orgullo en nuestro DNI. La banda liderada por el genuino Roberto El Gato Vicente se despacha bien a gusto en esta demoledora entrega sonora. Nuestro protagonista, de sobra conocido por méritos propios en el ambiente musical patrio, nos regala media hora de rock and roll a la vieja usanza y sin modernos aditivos diarreicos.
Molar o Morir es varonil, por eso le gusta a todos, a ellos y a ellas. Su sobredosis de escucha no produce efectos adversos ni secundarios. Dar saltos, bailar, mover los pies e incluso sentir espasmos incontrolados son síntomas totalmente normales y previsibles, no tienes por qué preocuparte. Molar o Morir se conserva perfectamente dentro de tu reproductor de Cd’s las 24 horas del día e incluso si ripeas sus canciones a mp3 notarás como tu PC mejora en velocidad. Molar o Morir está indicado para la sanación mental de babosos empedernidos, pedantes recalcitrantes y poperos en estado intermedio. Molar o Morir no es incompatible ni con el alcohol ni con el tabaco. Molar o Morir no necesita receta médica.
Si los Ramones fueron una familia feliz, Los Vicentes, doy fe, no le van a la zaga. Si los Clash y Motörhead reivindicaron su muerte o gloria, nuestros chicos prefieren molar o morir… yo también.
Molar o Morir no es para los tristes, tampoco para los periodistas o críticos musicales que prefieren desmenuzar la música como el que abre una lagartija por la barriga para explicarnos si hay influencias de fulanito o suena a menganito (como si el resto de los humanos fuéramos idiotas). Los Vicentes son personajes con el pedigrí suficientemente contrastado como para permitirse el lujo de ofrecerte rock and roll en pleno 2012 sin tener que estar descubriéndote la luna que ya ves todas las noches o reinventando géneros para que el locutor de turno tenga una nueva etiqueta en su diccionario particular.
Molar o Morir esconde joyitas como “La Edad de Oro” (seguro que sería canción de cabecera en mi cabina de Gasolinera), “Guárdame” (potencial single), “Soy molón” o la irreverente “Aquí se fuma” entre rescates como la remozada “Quiero ser dependienta de la calle Colón”, el imprescindible himno “V de Vicentes” o el homenaje a Farmacia de Guardia con su “Cazadora de cuero”. Molar o Morir es rock and roll de principio a fin cantado por El Gato con demasiado corazón que diría el bueno de Willy DeVille.
Molar o Morir es un trabajo con valores añadidos y que sería injusto dejar pasar desapercibidos… una preciosa presentación en digipack a cargo de Leviathan, músicos como Fede Ferocce Vicente, José Cuesta Vicente y Txoni Vicente, las colaboraciones de Javi Vela, Dioni Ortiz, Charly Glamour, Dani Rayos y el mismísimo José Manuel Casañ (Seguridad Social) que además de llevar a cabo la producción, participa en la composición de todas las canciones. Todo esto tamizado con maestría por Rafa Villalba y mezclado por el neoyorquino Mike Mariconda hace posible que cuando termines de oír este disco lo valores en justicia. Esto es rock and roll, esto es pasión y Roberto El Gato Vicente va sobrado de ambas virtudes, tan olvidadas como denostadas en los últimos tiempos.
Si has leído hasta aquí… molas. Lo que hay, es lo que ves; ahora ¡escúchalo!
Revólver y Argán
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Está claro, desde hace tiempo, que a Carlos Goñi se le ama o se le odia, pero como todos los grandes, no deja indiferente a nadie. Yo, desde 1979, ando con el primer grupo, contra viento y marea, haciendo oídos sordos a muchas gilipolleces que he tenido que escuchar y poniendo una venda a mis ojos para no leer estúpidos comentarios.
El que no conoce este mundo, no lo puede comprender, ni respetar y mucho menos valorar en su justa medida... me refiero al mundo del músico en general. El trabajo de Carlos Goñi, a lo largo de media vida, no deja de tener su mérito, le pese a quién le pese o te guste más o menos su propuesta artística. En un país de mediocres, de envidiosos y de gente siempre dispuesta a poner la zancadilla por el simple placer de verte con la nariz rota, es complicado mantener el equlibrio físico y ya no te digo nada del mental.
Y ahí está él, haciendo lo que le gusta, año tras año. Ha vivido en el agujero del underground, coronado las etapas de montaña más duras y disfrutado de periodos de calma chicha, en esas jornadas de llano kilométricas. Ha tocado gratis, también por cuatro pesetas e incluso sabe de cachés rutilantes. Todo un bagaje que le ha servido para graduarse en la Constancia, esa carrera que muchos hemos abandonado por diferentes cuestiones, unos por miedo al futuro, otros por desafiar al futuro y algunos por ser expulsados de clase.
Desde el primer single con Garage, pasando por Comité Cisne, hasta llegar a Revolver, no sé la de discos que habrá publicado (si lo sé, pero no voy a contarlos ahora), la de canciones escritas, la de escenarios pisados... emociones, alegrías y sinsabores de un corredor de fondo que aún no ha cruzado la meta.
Con sus grandezas y con sus miserias, como todos, aún me sigue poniendo la piel de gallina cuando veo un directo suyo, es verlo aparecer en escena y un nudo me cierra la garganta. Es un escalofrío cautivador anunciando que una vez más me lo voy a pasar bien, suceda lo que suceda. Es una extraña química que consigo con muy pocos artistas. Y el pasado 27 de mayo de 2011 no iba a ser diferente.
Teatro Principal de Valencia, un marco impresionante para comprobar el peso específico de la nueva propuesta de Carlos, (no sé si adecuado o no, pero, repito, impresionante). Lo primero que me llama la atención es el público presente, ya somos tres generaciones diferentes las que abarca Revolver, y aunque eso nos hace sentir más viejos a algunos, también nos hace sentirnos unos pequeños privilegiados, pues sabemos donde están las raíces de Argan y que Eldorado no existe, ni siquiera al final del mar.
Carlos luce impecable con un look sobrio, pero suficiente, como el montaje de escena. Me gusta. Y comienza el espectáculo. Arropado por su banda habitual (Cuco Pérez -acordeón-, Manuel Bagües -bajo- y Julián Nemesio -batería-), se respira una complicidad entre ellos que no tarda en propagarse por todo el recinto. Un ritual, que por habitual, no deja de ser especial. Al segundo tema, la gente ya ha dictado sentencia con el pulgar hacia arriba. El tapado de la noche es el percusionista argelino Noureddine Ennajraoui (si es otro nombre, corrijan), participa durante todo el show y él, en si mismo, es un show. Irradia una energía contagiosa, algo que va más allá de lo musical... transmite felicidad. También, la participación de Redouan Hamani en algunas de las canciones ayuda a hacer más creíble el aroma a incienso que flota en el ambiente.
El concierto está estructurado con una primera parte eléctrica (cosa que me alegra por el Teatro y por mí), la típica sentada acústica, dónde Carlos se atreve con el mandolute (aparte de explicar que es, lo toca) y vuelta a la electricidad, con los clásicos solos de guitarra, largos y enrabietados, que a mí, llámale debilidad, me entusiasman. Se perdonan hasta las idas de olla colectiva (pocas) que enmarañan el magnífico sonido que nos está sirviendo en todo momento Mat Sena desde los controles, en un local muy difícil de sonorizar cuando se trata de watios y rock and roll.
Dejando la noche de autos a un lado, recomiendo y reivindico este Argan. Un trabajo delicioso donde Carlos le da otra vuelta de tuerca a su propuesta musical, para no aburrirse ni aburrirnos y eso se agradece. Argan en muchos aspectos es osado y una apuesta diferente que evita repetir fórmulas anteriores y eso ya es un digno esfuerzo por parte de alguien que como Carlos tiene marchamo propio e inconfundible. Un disco que se deja oír de principio a fin, bien cocinado y en su punto de sal. No me sobra ninguna canción.
Casi tres horas que saben a poco. Es egoísmo, lo sé, pero creo que los allí presente hubiesemos aguantado otras tres más. No va más.
(Foto por Nacho Herrero)